Fragmento de «La puerta del viento», de Alberto Laiseca

La última novela de Alberto Laiseca trata sobre una de sus obsesiones, la Guerra de Vietnam, para la cual se ofreció como recluta en su juventud. A continuación, el inicio de La puerta del viento.

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Alberto Laiseca, La puerta del viento           (Mansalva, 2014)

Dedico este libro a los veteranos de Vietnam. 

A los que estuvieron y a los que no pudieron estar.

1. Esquizofrenia

Los comandos chinos, cuando desean silenciar a un centinela enemigo, se le acercan despacio por detrás y, mientras con una mano le tapan la boca, clavan su bayoneta en el bulbo raquídeo. Muerte instantánea. A esto, en chino, se lo denomina “La puerta del viento”. Pero en Tai Chi Chuan existe una técnica especial de respiración para redistribuir armónicamente la energía por todo el cuerpo. La expresión, para designar este trabajo, es exactamente la misma que con el ataque a la bayoneta. Vale decir: la puerta es la vida o la muerte. Esto es para mí Vietnam: o volvés a casa dentro de una saca verde o retornás purificado.

 Yo siempre tuve miedo (a todo). Por eso me ofrecí de voluntario. Fui a la embajada norteamericana y de allí me sacaron cagando. Le mandé entonces una carta al presidente Johnson que nunca me contestó. Horror. Tal vez tuve buena suerte. No lo sé. De todas maneras: God Save America.

Decía Clausewitz que nunca hay que ocupar lugares altos. Lo único que lográs es ver al enemigo abajo. La manera de derrotarlo es bajar y tomar contacto con él. Esto era verdad en el siglo XIX, pero las nuevas armas cambiaron la estrategia. El Viet Mihn ocupó los lugares altos y llevaron allí sus morteros, desarmados, a lomo de vietnamita. Arriba los armaron y empezaron a bombardear a los franceses. Aprovecharon la época del Monzón, cuando los aviones de Francia rara vez podían operar. Así tomaron Dien Bien Phu, que significó el fin de la vieja guerra de Indochina.

Dien Bien Phu era un conjunto de fuertes que, supuestamente, se defendían unos a otros. El enemigo los tomó uno por uno. Pero para ello no se valieron solamente de los morteros situados en lugares altos. Cavaron túneles larguísimos e iban dinamitando cuando les parecía conveniente. Los franceses usaban estetoscopios para saber por donde el enemigo cavaba y, por lo tanto, estaba avanzando. Esto no servía para nada. Era como preguntarle al oráculo por dónde vendrá la muerte, sin que podamos hacer nada por evitalo. A veces cavaban túneles contra-túneles y abajo tenían lugar feroces combates. Esto sólo servía para retrasar un poco el inevitable final.

Esta guerra, que parecía sencilla, fue la más complicada del mundo. Lo averiguaronlos franceses primero y los norteamericanos después. El único que entendió todo desde un principio –y aunque parezca mentira– fue Francisco Franco. No me cabe la menor duda de que el “Caudillo de España por la gracias de Dios” era un hombre malo, sin embargo este hombre (que hizo de la España franquista un lugar asfixiante), era quien más sabía de ciencias militares. Supo que Hitler iba a perder cuando pareció que estaba ganando, y entendió profundamente el problema de la guerra de Vietnam. El presidente Johnson ofreció a Franco levantar el bloqueo económico contra España si accedía a mandar tropas españolas al sudeste asiático. La respuesta de Franco fue inesperada (teniendo en cuenta su odio por los comunistas): “Sr. Presidente: la guerra de Vietnam es imposible de ganar. El enemigo vive allí y resistirá todo lo que haga falta. Treinta o más años. El pueblo norteamericano jamás aceptará una guerra larga. No es mi deseo decirle esto pero le sugiero, con todo respeto, una solución política. Dele a Ho Chi Minh el mando completo de todo Vietnam. Él es comunista, lo sé demasiado bien, y ya conoce usted, Sr. Presidente, el “afecto” que siento por los comunistas enemigos de Dios. No obstante, Ho tiene algo: odia a los chinos y a los rusos. Desea un Vietnam independiente, de modo que si el país se unifica bajo su mando podremos esperar una versión asiática de la actual Yugoslavia, ajena al Pacto de Varsovia”.

Johnson tomó muy mal esta carta (ni siquiera la contestó) y el bloqueo a España siguió hasta la muerte de Franco.

Todas las guerras del pasado han tenido secretos abominables, pero los del siglo XX sencillamente no se pueden creer.