César Aira – Cecil Taylor (ebook)
$ 4,000
Formato Epub ‖ 45 páginas
«El ya mítico cuento Cecil Taylor de César Aira tiene un reborde biográfico y un origen biográfico. Parte del relato es la versión de Aira de una anécdota que le contó Osvaldo Lamborghini, que a su vez la había oído de boca de un suboficial. En la espléndida biografía de Lamborghini se pueden leer las dos versiones de esa historia y la que termina escribiendo Aira –publicada en una antología en 1993– son retazos de la trayectoria de Taylor pero también disquisiciones sobre el arte de la biografía, la narración, la música, el éxito y el fracaso».
Matías Serra Bradford
Adquirí el ebook Cecil Taylor de César Aira en hasta 12 cuotas sin interés. Además, llevando cinco libros o más, el envío es gratis a todo el país y también, comprando 3 o más, en CABA.
Prensa:
- Pablo Gianera para La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1169432-cecil-taylor-busca-a-aira
- Matías Serra Bradford para Perfil: http://www.perfil.com/ediciones/cultura/-201110-622-0006.html
Descripción
Formato Epub ‖ 45 páginas
«El ya mítico cuento Cecil Taylor de César Aira tiene un reborde biográfico y un origen biográfico. Parte del relato es la versión de Aira de una anécdota que le contó Osvaldo Lamborghini, que a su vez la había oído de boca de un suboficial. En la espléndida biografía de Lamborghini se pueden leer las dos versiones de esa historia y la que termina escribiendo Aira –publicada en una antología en 1993– son retazos de la trayectoria de Taylor pero también disquisiciones sobre el arte de la biografía, la narración, la música, el éxito y el fracaso».
Matías Serra Bradford
Adquirí el ebook Cecil Taylor de César Aira en hasta 12 cuotas sin interés. Además, llevando cinco libros o más, el envío es gratis a todo el país y también, comprando 3 o más, en CABA.
Prensa:
- Pablo Gianera para La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1169432-cecil-taylor-busca-a-aira
- Matías Serra Bradford para Perfil: http://www.perfil.com/ediciones/cultura/-201110-622-0006.html
Fragmento
El bar con piano en el que al fin se concretó su primera actuación (que no era la primera en realidad porque había habido otra antes, pero a ésta Cecil había decidido no contarla) era un tugurio en el que la música ocupaba un segundo lugar, detrás de la espera y la droga. Pero esta última, o las dos, porque droga y espera formaban un bloque, tenía una relación tan íntima con el tiempo que el artista confiaba en despertar algún interés; sólo podía anticipar que no habría escándalo, que habría podido beneficiarlo en tanto el escándalo era una acentuación del interés, pero su carácter suave y contemplativo lo rechazaba; en ese ambiente donde se apostaba todo, a nadie le asombraría una alteración más o menos a la tonalidad dominante. Se predispuso a que la indiferencia fuera el plano, y el interés el punto: el plano podía cubrir el mundo como un toldo de papel, el interés era puntual y real como un “buenos días” entre vecinos. Se preparaba para la incongruencia inherente a las grandes geometrías. El azar de la concurrencia podía proveerlo de un atisbo de atención: nadie sabe lo que crece de noche; él tocaría después de las doce, al día siguiente en realidad, y los brotes del día siguiente en el día de hoy nunca pasan totalmente inadvertidos. Pero esta vez pasaron. Para su gran sorpresa, la oportunidad se reveló precisamente “nunca”. Escarnio invisible licuado en risitas inaudibles. Así transcurrió la velada, y el patrón canceló la segunda presentación para la próxima noche, aunque no la había pagado. Por supuesto, Cecil no discutió con él su música. No vio la utilidad. Se limitó a volver a su pieza.