CORREAS SOBRE DIEGO MARADONA

He visto dos o tres goles soberbios de Maradona. Belleza y precisión conmovedoras. Me evoca a otro también sobrenatural futbolista: Adolfo Pedernera, a quien, a mis diez años, tuve la dicha de ver jugar. Tengo en mí, definitivamente, la imagen inverosímil de un hombre que apenas se movía en la cancha y que sin embargo estaba siempre al lado de la pelota. Se lo comenté a mi padre, que me había llevado a la cancha, y mi padre me dijo: « Ese jugador se llama Pedernera y lo que vos me comentás se llama tener colocación». Ahí, de Pedernera y de mi padre aprendí algo que es una parte de mi vida. Digo, entonces, que Maradona y Pedernera se corresponden en tanto futbolistas. Son casos para los que el lenguaje general y/o popular usa la voz « maestro ». En cuanto al lumpencito que nació y se crió en Villa Fiorito y ahora jaranea en Punta del Este y tira dicharachos o balines en lugares de parranda, vistosidad y haraganeo, es normal. Eva Perón es análoga. Gardel, otro maestro, es también análogo. Nuestra sociedad, en su forma actual, los engendra. Todos somos responsables por ellos, tanto más que por nosotros mismos. Yo, profesor universitario de la UBA y de la UNR, los saludo. En lo referente a la droga que tomó o toma Maradona, lo respeto y allá él. Yo, durante décadas, fui adicto a la anfetamina. A base de esta experiencia me autorizo en enunciar que el verdadero problema no es la droga, sino la falta de droga. A saber, el verdadero problema para el adicto, que además es el único problema.

En revista Página/30, N°69 (Buenos Aires, abril de 1996)