TRES POEMAS DE MARÍA GAINZA

EL FRASCO

Te robaste el frasco del hospital,
de recuerdo dijiste.
La tomabas para el dolor
y el dolor no pasaba,
sólo te colocaba
en ese lugar allá lejos,
el rostro mudo de San Jerónimo
con la espalda encorvada
como un signo de interrogación.

Maresca decía:
“Me voy a mirar el cuadrito”
y se tomaba su dosis de morfina.

Tiene el vidrio acaramelado,
el interior de un panal de abejas.
¿Sería eso lo que te gustaba?
Y una etiqueta en cinta
adhesiva deshilachada
donde se lee: cama 1224.

El médico dijo,
de a poco, es muy adictiva,
si no, mire a ese paciente,
ahora que se curó
ya no se puede ir.

Vos me decís
que la tomás sólo de noche
cuando todo es peor
y los viejos gritan Mamita
y nadie los viene a tapar.

 

MI VIDA AJENA

Me quedo afuera
de las cosas más básicas
buena parte del tiempo.
No termino de encajar
aunque almuerce con poetas
y en reuniones de chicas
hable a destajo sobre planes
para el verano, casas en alquiler,
perros de raza.
No es casual que cada tanto
mi vida se vuelva ajena,
y las enamoradas del muro
me ignoren durante el invierno.

 

GISLEBERTUS

En el pueblo de Autun,
en la región francesa de la Borgoña,
Gislebertus se atrevió a firmar
su obra, allá por el siglo XII.
Quinientos años más tarde
los monjes de la iglesia
juraron a coro
destruir los relieves,
cuando alguien dijo:
“Tápenlos en vez”.
Debajo de los ladrillos
Eva quedó ardiendo en deseo
pero el golpe de gracia
son los Reyes Magos
apilados como troncos
bajo un mismo cobertor
dos de ellos duermen,
mientras los ojos del tercero
se abren ante el suave roce
de la mano del ángel.
¿quién hubiera dejado
sin firmar una obra así?