Entrevista a Marta Minujín en «Los años psicodélicos»

marta minujin psicodélicos¿Cuáles fueron las experiencias lisérgicas que derivaron en que vos hicieras Lo Inadvertido?

El primer viaje de ácido lisérgico lo hice con mi amigo chileno Claudio Badal que, en ese momento, hacía como unas decoraciones y trabajaba en el Museo de Arte Moderno. Pero cuando lo conocí… No lo quise… Nada. Por la versión esa… Bueno, todo el mundo decía que Alberto Greco se había suicidado por él. Yo a Greco lo conocía desde los 16 años y como él siempre fantaseaba sobre sus amantes nunca se sabía si era verdad o no. El dice que no, que no fueron amantes, pero todo el mundo dice que sí. Era gay, de todos modos, pero yo no sé que pasó entre ellos en Barcelona…Es verdad que Alberto Greco era un obsesivo, también era obsesivo con Jorge de la Vega. Lo quería violentar a Jorge de la Vega… Estábamos en Nueva York, entonces, ¿no?

Sí, ahí estábamos…

Y cuando lo conozco a Claudio Badal yo ya era una hippie brutal pero de fumar nomás. Y él me dice “vos tenés que probar esto”. Probé y nos fuimos juntos al museo Metropolitan y fue terrible, terrible, terrible, porque yo estaba con otra amiga mía y veía que la gente se transformaba en esqueletos y calaveras. Cuando volvimos a la casa de él me retrotaje hasta ser un feto y fue una cosa horrible. Tomamos un taxi y ahí empezó ese viaje dentro de la memoria de una manera brutal. En la casa de Claudio me volví toda así (Marta hace un gesto como de aferrarse a su propio cuerpo)…como un ovillo, transpirando, sudorosa. Una cosa horrible como si pudiera llegar al momento mío justo antes de nacer.

¿Podías imaginártelo en tu mente eso?

Lo veía, lo veía. Y lo sentía físicamente.

¿Te sentías como un bebé, otra vez?

Sí, pero al mismo tiempo lo veía desde afuera. Porque lo que tiene el ácido es que te hace objetivar. Por eso muchos tomadores de ácido se decían “hegelianos”. Porque Hegel habla de la objetivación, de verse desde afuera. Pero todo depende de la inteligencia de cada uno…

Tuviste lo que los hippies llamaban el bad trip, un mal viaje…

Sí, el primero. Pero el segundo, el tercero y todos los demás fueron fantásticos porque yo los podía manejar. Porque apenas sentís miedo: es el terror. A los veinte minutos empieza a actuar y si llegás a tener miedo todo se vuelve monstruoso. Entonces tenés que tener mucho dominio dentro de lo desconocido.

¿En que circunstancias Badal te dio el primer ácido?

Ibamos caminando por el Central Park hacia el museo. Fue una pastilla de 400 miligramos que se llamaba “Blue Sky”, por eso lo de Lucy in the sky with diamonds. Atravesamos el parque y llegamos al museo y como te decía fue un horror. Todo el público eran calaveras, calaveras. Entonces tomamos un taxi a la casa de él y me agarró ese viaje interno que todavía me lo acuerdo patente. Después, inmediatamente, te entra la curiosidad de tomar más y yo llegué a tomar todos los días, todos los días, todos los días. Todos los días durante años, no sé como estoy viva. Llegué a pesar 45 kilos, ahora peso 58, y se me quebraba el pelo. Se me quebraba todo. Porque te mata el físico; te mata el cuerpo.

¿Había algo que necesitabas liberar?

¡No! Entrás en otro mundo, tenés las puertas de la percepción abiertas.

¿Qué viste en ese otro mundo?

Vi cosas maravillosas. Te metés en la época de William Blake, te metés adentro de sus dibujos. Ves tus manos y podés acceder a tu vida anterior. Yo tenía 27 años pero ya parecía una persona de sesenta u ochenta o mil o tres mil años. A la otra gente que veías en la misma onda la veías como en diferentes épocas. Los veías en la época medieval, romántica… Eso era lo genial, que cambiabas de época. De ocho horas que duraba el viaje, las cuatro primeras son muy intensas y después vas bajando. La música…

Entrabas en trance…

No, no era trance, era estar high para escucharla. Las pupilas se te dilatan así y luego empiezan a bajar. Había gente desesperada que quería bajar y no podía y esos son los pobres que se suicidaron. Muchísimos se suicidaron… O se quedaban mirando fijo el sol y terminaban ciegos. Pasaron cosas terribles. Pero yo tenía un don especial para el viaje. Empezaron a decir que era una sacerdotisa, una sacerdotisa hippie en Central Park. Central Park era el lugar del encuentro, llegaban hippies de todas partes.